A lo largo de la historia, Dios ha enviado a la humanidad una sucesión de Educadores divinos—conocidos como Manifestaciones de Dios—cuyas enseñanzas han servido de base para el avance de la civilización. Estas Manifestaciones han incluido a Abraham, Krishna, Zoroastro, Moisés, Buda, Jesús y Mahoma. El más reciente de estos Mensajeros, Bahá’u’lláh, fundador de la Fe bahá’í, explicó que las religiones del mundo provienen de la misma Fuente y que son, en esencia, capítulos sucesivos de una sola religión de Dios.

Las creencias bahá'ís abordan temas tan esenciales como: la unicidad de Dios y la religión; la unidad de la humanidad y la liberación de los prejuicios; la nobleza inherente del ser humano; la revelación progresiva de la verdad religiosa; el desarrollo de las cualidades espirituales; la integración del culto y el servicio; la igualdad fundamental de los sexos; la armonía entre la religión y la ciencia; la justicia como el centro de todos los esfuerzos humanos; la importancia de la educación, y la dinámica de las relaciones que deben unir a las personas, comunidades e instituciones a medida que la humanidad avanza hacia su madurez colectiva.

Los bahá’ís se esfuerzan por aplicar las enseñanzas de Bahá’u’lláh mientras trabajan por mejorar sus propias vidas individuales y contribuir al avance de la sociedad en la que viven.

La unidad de la humanidad

La unidad de la humanidad es el eje alrededor del cual giran las enseñanzas de Bahá’u’lláh. Los escritos bahá’ís hacen énfasis en el principio de la unidad en diversidad: “La diversidad en la familia humana debe ser la causa del amor y de la armonía.”

Bahá’u’lláh

Bahá’u’lláh, que significa la “Gloria de Dios”, fundador de la Fe bahá’í, trajo a mediados del siglo XIX una nueva Revelación a la humanidad. En Sus Escritos, esbozó el marco para el desarrollo de una civilización mundial que considera la dimensión espiritual así como la material de la vida humana.

La vida espiritual

El ser humano ha sido dotado con la capacidad única de reflejar los atributos divinos que están latentes en él, tales como el amor, la bondad, la amabilidad, la generosidad y la justicia. Tales cualidades espirituales las desarrollamos a través de la oración, la reflexión, la voluntad para aprender, y el constante esfuerzo diario, especialmente para servir a los demás.

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