A través de la historia, las grandes religiones han proporcionado la principal fuerza que promueve la civilización del carácter humano; impulsan a sus seguidores a la autodisciplina, devoción y heroísmo. A nivel social, muchos de los principios morales de la religión se han traducido a códigos universales de leyes que regulan y elevan las relaciones humanas.

Cada vez que aparece un Mensajero de Dios se libera en el mundo un nivel más alto de inspiración para la siguiente etapa en el despertar y avance de la humanidad. A mediados del siglo XIX, Dios hizo un llamado a Bahá’u’lláh — que significa la «Gloria de Dios» — para que llevara una nueva Revelación a la humanidad. Durante cuatro décadas fluyeron de Su pluma miles de versos, cartas y libros. En Sus Escritos, esbozó el marco para el desarrollo de una civilización mundial que considera la dimensión espiritual así como la material de la vida humana.

En el año 2017 se celebraron los 200 años del nacimiento de Bahá’u’lláh. En cientos de comunidades alrededor del mundo sus seguidores rindieron tributo a Su vida y Sus enseñanzas. La Casa Universal de Justicia, el consejo de gobierno internacional de la Fe bahá’í, emitió una carta muy especial en la que habla de la vida y misión de Bahá’u’lláh de la cual extraemos el siguiente párrafo:

“Los Educadores perfectos que, a lo largo de la historia, trajeron luz al mundo dejaron un legado de palabras sagradas. Dentro de las palabras que brotaron como un río de la pluma de Bahá’u’lláh, hay dádivas de una variedad inmensa y un carácter sublime. Con frecuencia, quien se encuentra con Su Revelación responde primero a las oraciones de excepcional belleza que satisfacen el anhelo del alma de adorar adecuadamente a su Hacedor. Más profundo en el océano de Sus palabras se descubren las leyes e imperativos morales para liberar al espíritu humano de la tiranía de instintos mundanos que son indignos de su verdadera vocación. Aquí se descubren, asimismo, ideales eternos a cuya luz los padres pueden educar a sus hijos no simplemente a su propia semejanza sino con aspiraciones más elevadas. También hay explicaciones que revelan la mano de Dios interviniendo en la historia del viaje tortuoso de la humanidad a través de las etapas de tribu y nación hacia formas más elevadas de unidad. Las diversas religiones del mundo se muestran como expresiones de una única verdad subyacente, relacionadas unas a otras por un origen común, y también por un propósito común: transformar la vida interior y las condiciones externas de la humanidad. Las enseñanzas de Bahá’u’lláh dan testimonio de la nobleza del espíritu humano. La sociedad que Él contempla es una sociedad digna de esa nobleza y fundada sobre principios que la protegen y refuerzan. La unidad de la familia humana la sitúa en el núcleo de la vida colectiva; la igualdad de las mujeres y los hombres la declara de manera inequívoca. Reconcilia las fuerzas aparentemente contrarias de nuestra propia era: ciencia y religión, unidad y diversidad, libertad y orden, derechos individuales y responsabilidades sociales. Y entre Sus dádivas más valiosas está la justicia, manifiesta en instituciones cuya inquietud es el progreso y el desarrollo de todos los pueblos”.


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